Mañana concluye la reunión de dos días de la Fed. Hoy, los
mercados globales, sobre todo Wall Street, repuntó ante la expectativa de que,
ahora sí, el presidente de la Fed, Ben Bernanke, y su colegas del Comité de
Mercado Abierto de la Fed (FOMC por sus siglas en inglés) se encargarán en
anunciar algo, más estímulos, aunque no se sabe bien qué tipo de medida en
concreto.
Hay cuatro razones para pensar que la Fed puede hacer algo:
uno, que la recuperación económica ha perdido fuelle. Eso se ha evidenciado con
los últimos indicadores económicos duros sobre la actividad real, esto es, el
empleo, las ventas minoristas y la producción industrial; dos, que la crisis
europea se sigue deteriorando, y sus tensiones se están trasladando a otros
mercados financieros; tres, que en junio vence el Programa de Ampliación de
Vencimientos (MEP por sus siglas en inglés), lo que deja algo de margen de
maniobra para, por lo menos, prorrogar ese programa, como han insinuado algunos
altos funcionarios de la Fed, entre ellos la vicepresidenta Janet Yellen; y
cuatro, que se acercan las elecciones presidenciales, y es preferible actuar
cuanto antes como prevención, pues en caso de tener que tomar medidas durante
el verano podría interpretarse como un
intento de la Fed de inmiscuirse en el proceso electoral y favorecer a Obama.
Por tanto, hay motivos para que la Fed no se quede de brazos
cruzados y se decante por tomar alguna medida. Ahora bien, ¿qué puede ser?
Lo más factible, en caso de hacer algo, es que se limite a
prorrogar el actual MEP, también llamado “Operación Twist” consistente en
intercambiar, dentro de su hoja de balance, títulos de corto plazo por títulos
de largo plazo. Con esto se evita, en primer lugar, acrecentar la hoja de
balance, ya demasiado inflada; y en segundo lugar, trata de eludir que
cualquier disrupción provocada por el fin del MEP el 30 de junio, se traduzca
en un repunte de las tasas de largo plazo. El monto de la prórroga podría ser
de algo así como 100,000 o 150,000 millones de dólares (mdd), si tenemos en
cuenta que todavía la Fed cuenta con un colchón de títulos de corto plazo que
puede vender para comprar otros de más largo plazo.
Otra opción es anunciar otro programa de compra de activos,
un QE3. Pero el inconveniente claro, que encontrará la resistencia de varios
miembros, es que supone ampliar la hoja de balance de la Fed. El propio
Bernanke ha recalcado que es la composición de la hoja de balance lo que ayuda
a la economía. Y en este caso, la “Operación Twist” bastaría para mantener las
tasas de largo plazo deprimidas.
Sea como sea, cualquiera de las dos medidas encontrará la
oposición del siempre disidente Jeffrey Lacker, de la Fed de Richmond. Los otros
halcones de la Fed como Richard Fisher, de Dallas, James Bullard, de San Luis,
Charles Plosser de Filadelfia, Narayana Kocherlakota, de Minneapolis, o Esther
George de Kansas City, no votan por no estar en esta rotación en el FOMC.
¿Qué es lo que podría hacer que la Fed se mantuviera de
brazos cruzados? En primer lugar, que interpretaran que la actual
desaceleración en el ritmo de recuperación no debe asociarse a una debilidad
subyacente de la economía, sino al hecho de que se están revirtiendo parte de
las ganancias en el crecimiento del empleo y del consumo de finales del año pasado
e inicios de este consecuencia del templado clima durante este invierno. Y
segundo, que pese a que es cierto que los datos indican una economía con menor
impulso, no han sido suficientemente malos como para justificar más estímulos.
De hecho el último libro Beige tuvo un tono bastante positivo.
Por tanto, no está del todo claro que la Fed vaya a mover
pieza. Nosotros creemos que sí, y que será en la forma de una prórroga de la
llamada “Operación Twist”. Pero seguro que la decisión no es unánime.
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