Dos atracciones tenía, en esencia, el simposio de Jackson
Hole de finales de esta semana: uno era el presidente de la Fed, Ben Bernanke,
el viernes, y el otro el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario
Draghi, el sábado. Pues bien, Draghi se ha caído del cartel y nadie irá a
reemplazarlo.
Mario Draghi informó que debido a la alta carga de trabajo
que tiene por los preparativos sobre el esquema de intervención que el BCE
estudia para intervenir en el mercado secundario, no acudirá a la cita. De
paso, al quitarse de en medio, Draghi evita la presión a la que iba a ser
sometido por los medios para que adelantara qué tipos de medidas planea el BCE.
De este modo, el silencio del BCE se prolonga hasta su reunión de política
monetaria del 6 de septiembre.
Ese día se espera que el BCE anuncie sus planes, aunque
recientemente ha habido especulaciones de que no dirá nada hasta que la corte
alemana se pronuncie sobre la constitucionalidad o no del fondo permanente,
veredicto que se sabrá hasta el 12 de septiembre.
Sin Draghi, todo el protagonismo se concentra en Bernanke,
que también tendrá una difícil papeleta de la que será complicado salir airoso.
Por un lado, las minutas de la Fed sostuvieron que la Fed estaba lista para
aplicar nuevos estímulos monetarios salvo que la economía mostrara un repunte
en al actividad “sustancial y sostenible”. Por otro lado, el viernes pasado
reiteraba que la Fed tiene espacio para aplicar más medidas expansivas si era
necesario.
Ambos comentarios despertaron expectativas de que la Fed
está cerca de anunciar nuevas medidas para ayudar a la economía. Sin embargo,
desde la anterior reunión de la Fed, los indicadores económicos han mejorado
ostensiblemente y han salido por encima de lo esperado por el mercado (nómina
no agrícola, ventas minoristas, producción industrial, precio de las casas, confianza
del consumidor).
Por tanto, la oposición en el seno de la Fed a nuevas
medidas de estímulo se puede haber fortalecido. En esas circunstancias, es
difícil justificar el anuncio de nuevas políticas de relajamiento monetario,
más si tenemos en cuenta que nos hallamos en plena campaña electoral y que
podría interpretarse como una intromisión de la Fed en la carrera presidencial.
De modo que Bernanke, probablemente, tendrá que hallar el
modo de cómo enfriar las expectativas que se han generado en el mercado sin
defraudar a los inversionistas, o de lo contrario provocará una corrección en
los mercados, que han venido incorporando en sus valuaciones (acciones, bonos
del Tesoro, y materias primas como el oro), la posibilidad de nuevas inyecciones
monetarias por parte de la Fed.
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