La elección más importante en términos financieros de ayer en Europa fue la menos visible de todas: las elecciones locales en Alemania, en el estado norteño de Schleswig-Holstein, en donde la coalición gobernante de Ángela Merkel sufrió un nuevo revés y probablemente tenga que pactar con sus rivales, los socialdemócratas.
En sentido estricto, la Canciller alemana Angela Merkel perdió dos elecciones: las locales y la elección presidencial en Francia. No únicamente porque Sarkozy era su aliado ideológico y su claro favorito, sino porque explícitamente los franceses optaron por un cambio de énfasis en la estrategia económica, rechazando el enfoque exclusivo en la eliminación del déficit y optando por quien les ofrece la alternativa del crecimiento económico. Los franceses, al votar por Hollande, votaron contra Merkel.
En Grecia las elecciones no pudieron producir un ganador, y ni siquiera los partidos que actualmente mantienen pegado con alfileres al gobierno, de centro izquierda y centro derecha recibieron los votos suficientes para mantener su peculiar coalición. Un partido de extrema izquierda resultó en segundo lugar, y el partido nazi de Grecia (que tanto sufrió bajo la bota de Hitler), logró colarse al congreso.
Mucho se hablará de las elecciones francesas y del peligro que representan los socialistas para los mercados, pero el verdadero riesgo de las elecciones de ayer se encuentran en las antípodas: en el sur griego, en donde la población desfondó a los partidos tradicionales y en donde será difícil formar un gobierno, con las consecuentes reverberaciones financieras, y en segundo lugar en Alemania, en donde Merkel y su coalición no han podido ganar ninguna elección en los últimos meses, disminuyendo día con día las posibilidades de que la mujer que sostiene en sus hombros al Euro, vaya a ser incapaz de ganar su reelección en el 2013.
En sentido estricto, la Canciller alemana Angela Merkel perdió dos elecciones: las locales y la elección presidencial en Francia. No únicamente porque Sarkozy era su aliado ideológico y su claro favorito, sino porque explícitamente los franceses optaron por un cambio de énfasis en la estrategia económica, rechazando el enfoque exclusivo en la eliminación del déficit y optando por quien les ofrece la alternativa del crecimiento económico. Los franceses, al votar por Hollande, votaron contra Merkel.
En Grecia las elecciones no pudieron producir un ganador, y ni siquiera los partidos que actualmente mantienen pegado con alfileres al gobierno, de centro izquierda y centro derecha recibieron los votos suficientes para mantener su peculiar coalición. Un partido de extrema izquierda resultó en segundo lugar, y el partido nazi de Grecia (que tanto sufrió bajo la bota de Hitler), logró colarse al congreso.
Mucho se hablará de las elecciones francesas y del peligro que representan los socialistas para los mercados, pero el verdadero riesgo de las elecciones de ayer se encuentran en las antípodas: en el sur griego, en donde la población desfondó a los partidos tradicionales y en donde será difícil formar un gobierno, con las consecuentes reverberaciones financieras, y en segundo lugar en Alemania, en donde Merkel y su coalición no han podido ganar ninguna elección en los últimos meses, disminuyendo día con día las posibilidades de que la mujer que sostiene en sus hombros al Euro, vaya a ser incapaz de ganar su reelección en el 2013.
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