La semana terminó de manera horrenda, con España al borde
del abismo. El Ibex-35 se desplomó este viernes un 5.8%, el mayor derrumbe
desde mayo 2010. La tasa del bono de 10 años se disparó a 7.27%, a un tris de
su máximo de la era euro de 7.28% del 18 de junio (¡en la semana la tasa
aumentó 61 pbs!). La prima de riesgo, eso sí, sí se trepó a un nuevo récord
dado que en ese tiempo la tasa de 10 años del “bund” alemán ha seguido
deprimiéndose. De modo que el diferencial, por primera vez, sobrepasó los 600
pbs, y terminó en los 610 pbs tras tocar un máximo de 612 pbs.
En Italia, las circunstancias también son dramáticas: la
bolsa de Milán se dejó un 4.4% y la prima de riesgo se incrementó en 22 pbs
para terminar en 503 pbs (no superaba la barrera de los 500 pbs desde el 11 de
enero). El euro, por otro lado, llegaba a tocar un mínimo de 1.2144, la
cotización más baja desde junio de 2010, y contra el yen se depreciaba a su
nivel más bajo desde noviembre del año 2000.
Como contrapartida, los capitales volaban a los destinos más
seguros: la tasa del bono de 10 años alemán retrocedía a 1.17%, aproximándose a
su mínimo del 1 de junio (1.127%). Las tasas de mismo plazo de Francia y
(sorprendentemente) Bélgica, caían a mínimos históricos. La tasa de 2 años de
Francia, Bélgica, Austria, Holanda y Finlandia han tocado mínimos récord esta
semana. En EU, la tasa del bono de 10 años
ronda su mínimo histórico (1.44%) y la de 5 años tocó el nivel más bajo de su
historia.
¿Qué detonó esta sangría? Pudo ser o un programa de rescate
a la banca española, aprobado hoy por el Eurogrupo, que no llegará directamente
a la banca, sino que suponen más obligaciones para un Estado español que está ahorcado; o la noticia de que la Comunidad Valenciana
precisaba recurrir al fondo de salvamente recién anunciado por el gobierno de
España para poder honrar sus compromisos (y los que puedan venir detrás); o las
masivas protestas de los ciudadanos españoles ayer contra el draconiano plan de
ajuste de Rajoy, lo que refleja las dificultades que enfrentará un ejecutivo
que se ha quedado sólo con el respaldo de su formación política, el Partido
Popular; o los nuevos pronósticos del gobierno de una contracción de 0.5% en el
2013 con más desemepleo; o todo eso junto.
La situación es muy delicada, y en los próximos días todavía
hay varios trances difíciles que superar. Siguiendo con España, se corre el
riesgo de que alguna otra comunidad (¿Cataluña, Castilla La Mancha, Andalucía?)
se sume a la Comunidad Valenciana, y propine otro castigo a los mercados.
También que los sospechosos habituales, las agencias de rating, salgan con sus
oportunas rebajas de calificación a las comunidades autónomas, al gobierno
central o a la banca, o a todos juntos.
En Grecia, el panorama tampoco es alentador. El Banco
Central Europeo (BCE), hoy, también de forma un tanto incomprensible, en medio
de todas las turbulencias, dijo que no aceptará instrumentos de deuda emitidos
por Grecia como colateral para sus operaciones en el mercado de dinero a partir
del próximo miércoles (la tasa del bono de 10 años de Grecia se disparó hoy 46
pbs a 25.58%). El objetivo de esta medida es poner presión sobre el gobierno griego
para cumplir con el plan de austeridad pactado.
De momento, no han logrado ponerse de acuerdo los tres
partidos que forman la coalición de gobierno sobre cómo ahorrar 11,700 mde
adicionales (ninguno quiere cargar con el muerto de cara a la ciudadanía). Y la
semana que viene, el martes, llega la Troika (Comisión, FMI y BCE) para ver los
progresos que se han hecho y cómo van a hacer los nuevos recortes. En ese
sentido, y para alimentar las especulaciones, un aliado de la canciller alemana
Angela Merkel se mostró complaciente con la perspectiva de que Grecia abandone
el euro. En agosto Grecia debe pagar una deuda de 3,100 mde al BCE.
Y lo peor es que después de todos los esfuerzos hechos, de
los 136,000 mde que Europa ha puesto a disposición de Grecia para su segundo
rescate, o de los 100,000 mde que otorgó a la banca española, y de los programas
de austeridad que se han diseñado, el dinero nunca llegue porque todo se
derrumbe por la propia presión de los mercados. ¿Tanto trabajo para nada?
Mario Dragui, presidente del BCE, se ha negado a intervenir
en los mercados de deuda bajo el argumento de que así presionaría a los gobiernos a realizar su
tarea, que les forzaría a adoptar las reformas que se precisan para avanzar en
la unión fiscal y monetaria. Y los
progresos son notorios: el alcance de la cumbre europea de finales de junio fue
mayor a la pensada, sobre todo en cuanto a lo referente a la unión bancaria y
al pacto fiscal. España también ha
realizado lo solicitado, y hoy fue aprobado por el Eurogrupo el plan de rescate
a la banca. Sólo falta Grecia para
concretar su plan y cerrar el acuerdo la próxima semana.
Si Europa se ha plegado a las demandas de Dragui (y Merkel)
es hora de que ya responda. A Grecia le presionarán mediante la decisión de no aceptar
su deuda como colateral. Si esa fue la razón de esa medida, está bien. Pero con Grecia condicionada de ese modo para completar la semana que viene los ajustes, es el momento de ayudar a España e Italia y que recurra de nuevo
al programa de compra de deuda en el mercado secundario, programa que no ha
utilizado en las últimas 18 semanas. De lo contrario, se seguirán lastrando la
eficacia de las medidas y de los planes que ya están en marcha.
A esa demanda se ha unido hoy el ministro francés de
relaciones exteriores, Laurent Fabius, quien ha defendido que el BCE actúe con
flexibilidad y “corte la especulación” contra la deuda soberana de países como
España que han hecho las tareas y serios esfuerzos para reconducir sus finanzas
a unas senda sostenible. Más presión internacional se sumará a la de Fabius
durante el fin de semana, incluyendo EU, que ve cómo la crisis Europea pasa factura a su economía.
La solución, por tanto, ahora mismo, en el más corto plazo,
recae sobre el BCE. Si Draghi ha querido tensar la cuerda para que los
gobiernos no se quedaran dormidos y actuaran con determinación, lo ha logrado, y los avances son
significativos y loables. Pero es el momento de destensar o se corre el riesgo de
que, para cuando se decida, sea demasiado tarde. Si Draghi fuera Bernanke, no dudaría en intervenir y la semana que viene habría un superrally.
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