Para que nos dirijamos a una Gran Europa, a una Europa con
una mayor integración política y económica sustentada en los cuatro pilares que
mencionó el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Dragui, (unión fiscal,
unión bancaria, unión financiera y unión económica), todavía hay que salvar dos
escollos: el banco central alemán, el todopoderoso Bundesbank, y el Tribunal
Constitucional alemán.
El proceso de integración está constituida por dos
vertientes: una mayor cohesión monetaria, lo que implica un fortalecimiento de
la unión bancaria (con un supervisor común) y financiera; y una mayor cohesión
política, que lleva asociada una cesión de soberanía con sus implicaciones de
unión económica y fiscal. Pues bien, el Bundesbank es el obstáculo que hay que
sortear en lo que respecta a la cohesión monetaria, y el Tribunal
Constitucional alemán en lo que respecta a la unión política.
Al primero, al Bundesbank, Europa debe librarlo, en buena
medida, en la reunión del BCE de este jueves 2 de agosto; para el segundo, para
la corte alemana, tendremos que esperar al 12 de septiembre, cuando dicte su
veredicto sobre si el llamado fondo permanente, el Mecanismo de Estabilidad
Europeo (ESM por sus siglas en inglés), vulnera la soberanía nacional de los
germanos o no.
Ambos son dos huesos duros de roer: son muy ortodoxos,
recelan del resto de Europa, y son muy escrupulosos con su independencia. Los
dos se han quedado prácticamente aislados en el plan que se ha pergeñado para
ayudar a España e Italia, y que consiste en que el fondo de rescate europeo (el
temporal, en una primera instancia, y el permanente cuando esté operativo)
compre deuda en el mercado primario; que
el fondo goce de una licencia bancaria de modo que puedan obtener financiamiento
en el BCE y así una mayor artillería para intervenir; y que el BCE adquiera
bonos en el mercado secundario.
A ese plan el Bundesbank se opone a que el BCE compre deuda en
el mercado secundario y a que el fondo permanente adquiera licencia bancaria. A
la compra de bonos, aduce que sería “problemática”, y que no es el modo más
sensato de resolver la crisis de deuda al dirigir incentivos equivocados a los
gobiernos. Respecto a otorgar una licencia bancaria al fondo permanente para
adquirir deuda en el mercado primario, objeta que sería equivalente a monetizar
la deuda de los gobiernos con el dinero del BCE, sólo que a través del fondo,
lo que es contrario a los tratados europeos.
Por otro lado, el Tribunal Constitucional alemán arguye que
el fondo permanente podría violar la soberanía nacional porque no sólo supondría que el
diseño del presupuesto alemán no dependiera del Bundestag, sino porque en caso
de firmarlo obligaría a Alemania, “de manera permanente”, a financiar a los
países con problemas.
Ahora bien, fuera del Bundesbank y de la corte alemana,
todos parecen haber dado el visto bueno al plan, convencidos de que España e
Italia ya hicieron lo que les pidieron y que es el momento de mandar a los
mercados una respuesta contundente para salvar al euro.
En las altas esferas
políticas, la canciller alemana, Ángela Merkel, y su secuaz en el ministerio de
Hacienda, Wolfgang Schäuble, ya han respaldado el plan, así como el presidente
francés Francois Hollande, y el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker.
Por supuesto, los beneficiarios, el presidente español Marinao Rajoy y el
primer ministro iltaliano, Mario Monti, lo aplauden. Por el lado del BCE, su presidente, Mario
Draghi, que armó todo el revuelo el jueves pasado, lucha ahora por sacarlo
adelante, y ya le dio luz verde también el gobernador del banco francés,
Christian Noyer.
Por tanto, falta por convencer al jefe del Bundesbank, Jens
Weidmann. Para convencerlo, hoy está en Frankfort el secretario del Tesoro,
Timothy Geithner, quien se ha entrevistado con Schäuble y Draghi, y antes de la
reunión del BCE, Draghi se encerrará con Jens Weidmann para hacerle entrar en
razón.
De él depende que la junta de gobierno del BCE sea un éxito
o no el próximo jueves. Pueden suceder varias cosas.
I). Que el Bundesbank no ceda, pero que lo aprueben el resto
de los miembros del consejo y el plan salga adelante. La disidencia del
Bundesbank, el que se rompiera la unidad en el seno del BCE, podría generar
ciertas suspicacias en el mercado, y podría dificultar futuros acuerdos, sobre
todo si tenemos en cuenta que las directrices del BCE están marcadas por el banco
central alemán. Pero aun así, lo que cuenta es que el plan salga adelante y la
respuesta del mercado sería positiva.
II). Que el Bundesbank ceda pero con condiciones, esto es,
que se ponga un límite, por ejemplo, al programa de compra de bonos en el
mercado secundario (SMP por sus siglas en inglés). Aquí la respuesta del
mercado dependería de si es transparente, y comunica el monto del programa, o
prefiere ocultarlo; y en caso de comunicarlo, si el mercado lo considera
suficiente o no.
III). Que el Bundesbank se una al corifeo, ceda a las
presiones y acepte que es el momento de hacer todo lo que sea necesario para
preservar al euro.
¿Qué es lo que sucederá el jueves? Nos tememos que el
Bundesbank aceptará pero imponiendo ciertas condiciones. Aquí lo crucial, por
tanto, es cómo lo comunique el BCE. Pero en eso esperemos que Mario Draghi sea
más hábil que Jean Claude Trichet: él viene de Goldman Sachs y sabe cómo
funcionan los mercados. Las expectativas se han puesto muy altas y no pueden defraudar.
En caso contrario, no sólo su credibilidad quedaría por los
suelos, sino también la de Merkel, Hollande, Juncker, etc. Serían el hazmerreír y se provocaría un verdadero desastre: la apuesta de
casi toda Europa, en esta ocasión, ha sido muy fuerte, y las acciones tienen
que se consecuentes con las palabras o la masacre sobre los mercados puede ser
brutal. El Bundesbank también lo sabe, por lo que terminará por ceder. De ser
así, el poderoso rally de Draghi todavía tiene fuelle y puede traer más subidas
y muy fuertes en los mercados globales en este inicio de agosto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario